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RESULTADOS: Aventura Urbana MR (3ra Edición) - 20 de Mayo 2012 10:00 hs
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Cuando se compite no solo se ponen en juego las habilidades físicas, sino que también inciden los aspectos psicológicos del corredor, que están ligados al grado de sensibilidad que es diferente para cada individuo. Casi todos los sentimientos que se despliegan en una carrera son similares de un corredor a otro. Lo diferente esta en cómo se manejan y el tiempo que lleva procesar el “ganar” y el “perder”.
La sensación de desagrado que se experimenta ante el fracaso impacta directamente en la autoestima e identidad, lo cual desestabiliza nuestra estructura. Se corre por infinidad de razones, y esas razones son el objetivo principal. Pero se debe tener claro que todo emprendimiento conlleva en sí mismo la posibilidad de que el objetivo no se alcance. No siempre van a ir bien, es el impuesto que se debe pagar en pos del éxito. Evidentemente siempre es mejor hablar y escribir del éxito y de cómo obtenerlo pero poco se dice del impacto del fracaso en el atletismo. Todo fracaso conlleva un sentimiento de pérdida, de que algo falta, la ausencia de satisfacción activa la sensaciones de de impotencia. 
Por lo general, se vive de manera angustiante cuando se pierde, debido a que se asocia a una experiencia negativa y es muy difícil pensar en el fracaso como un episodio que nos pueda fortalecer, sin embargo, ello es posible. Es un proceso que lleva su tiempo pero que permite entender la situación de fracaso como una experiencia renovadora, tal vez llevando a actuar y esforzarse para revertir los sentimientos que la situación de pérdida genera. Saber capitalizar la experiencia del fracaso puede ayudar a manejar situaciones de tensión dentro del período de competencia. 
El fracaso golpea severamente la autoestima, la imagen de uno mismo comienza a ser cuestionada, y confundimos la situación en sí misma con la capacidad de respuesta propia. Todo se mezcla y se buscan culpables y responsables de lo que ha sucedido porque no se puede soportar la frustración de no haber logrado el objetivo propuesto. Atravesar el fracaso implica que cada uno debe sobrellevar un proceso subjetivo de lo acontecido. En un principio no se puede explicar ni justificar lo que ha sucedido, se sufre una desestabilización y se teme que este tipo de episodios se repitan una y otra vez impidiendo lograr mejorar el desempeño tanto físico como afectivo. Todo fracaso conlleva un impacto inicial de desconcierto porque no se logra el resultado esperado, a veces se llega a quedar inmovilizado por lo sucedido para ir progresivamente liberándose de esa sensación de pérdida. 
Se convierte en una herida que produce dolor, la cual llega a un pico máximo en donde no hay consuelo, nada de los que nos digan justifica la supuesta “falla” y luego disminuye apareciendo los miedos, que es un mecanismo que se activa para indicar que no se está actuando de manera adecuada. Cuando un resultado no se da u otros competidores son los vencedores, el miedo o pánico puede llegar a apoderarse del individuo. Se teme que esa situación se siga manteniendo y repitiendo lo cual muchas veces puede dejar inoperantes al sujeto, existe un sentimiento de amenaza y minusvalía. Se comienza a dudar de las capacidades físicas y mentales, se duda de la preparación, del entrenamiento, y las ideas erróneas acerca de las habilidades deportivas se instalan Estas sensaciones encontradas pueden hacerse visibles en el corredor por ejemplo, cuando se compadece de si mismo, en el desgano para entrenar, en el bajo rendimiento, dolores inesperados que no tienen una causa orgánica que la justifique; abandonando de las carreras incluso llegando al extremo de alejarse completamente de las competencias por el autoconvencimiento de que no se es “bueno” para correr. Por eso, en esta etapa la ira y la búsqueda de responsables esta a la orden del día. Recién después de procesar todas estas actitudes aparece la autocrítica, reconociendo la responsabilidad y no buscando culpables en el exterior. No se trata de flagelarse incesantemente si no de tratar de no perder la autoestima. La angustia que produce un resultado negativo hace que el corredor cuestione nivel, y el desempeño. Pero también los demás emiten juicios de valor acerca del rendimiento propio, que impacta directamente en la psiquis, en la definición del fracaso. Lo que los demás piensan acerca de ello, contribuye a que el corredor se sienta mejor o peor. ¿Qué van a pensar de mí? ¿Qué va a pensar mi entrenador, mi familia y los demás corredores? El qué dirán y el “qué pensarán de mi” da vueltas por la cabeza y daña la autoestima.
El fracaso alimenta, en la mente, que los contrincantes buscan la confirmación de nuestra destrucción. Estos episodios ponen a prueba al individuo y depende de éste como posicionarse ante el hecho de que ha fracasado. Depende de cada uno posicionarse en la imagen de un derrotado o el de una persona fortalecida que ha emprendido un proceso de reconstrucción. Fracasar no es una vergüenza y no se debe permitir ser juzgados y por ello hacer leña del árbol caído. Si se ha caído, o si se ha hecho caer, poco importa, se tiene que decidir que hacer al respecto. O se vuelve a creer en las capacidades y potencial personal o se sumerge en la incapacidad de actuar. Nadie puede sustituir al individuo en este proceso, solo éste puede atravesarlo, por supuesto que no resulta agradable perder las carreras o ver que a pesar del entrenamiento los resultados no se logran. Pero hay que tener claro que es solo eso, un episodio del cual es posible recuperarse, que conlleva una reconstrucción de la persona, que es un proceso de reciclamiento de las ideas. Implica poner en juego el potencial y la convicción de que se puede sobrellevar la adversidad.


Lic. en Psic. Verónica Bugna 

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