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RESULTADOS: Aventura Urbana MR (3ra Edición) - 20 de Mayo 2012 10:00 hs
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En ocasiones, nuestro cuerpo tiene algo que decirnos y no se anima. Es que se encuentra cansado de gritar y nosotros, nada… Solo le tapamos la boca para no oírlo. 
Aunque la frase introductoria parezca un poco inapropiada y fuera de contexto, es lo que nos sucede a menudo a los deportistas con nuestras lesiones. Comúnmente es cuando tenemos un dolor que nos acordamos de ir al médico o al kinesiólogo para que nos solucione el problema. Pero, ¿en verdad queremos que nos soluciones el problema?, ¿o solo queremos que nos quite el dolor y si no lo logra, pensamos que no es un buen profesional? Calmar el dolor con analgésicos y antiinflamatorios es como taparle la boca a nuestro cuerpo para que no nos avise del problema que está teniendo, y cabe aclarar que cuando el cuerpo “grita” es que ya ha tolerado bastante. 
Las lesiones deportivas se deben en su mayoría a una mala técnica al realizar la actividad produciendo una sobrecarga mecánica, una sumatoria de micro traumatismos que terminan por destruir la estructura afectada. Comúnmente solemos asociar la lesión con el día que apareció el dolor, y pensamos que estamos curados cuando no sentimos más dolor. Pero en realidad, el día que desaparece el dolor solo quiere decir que la estructura dañada ya no lo está. Es muy importante tener en cuenta que si se rompió la estructura cuando estábamos en buen estado físico, lo hará con mucho más facilidad cuando retomemos la actividad luego de la lesión y las estructuras físicas carezcan de entrenamiento. Pero eso no es todo. Si comenzamos nuevamente el entrenamiento sin corregir las alteraciones biomecánicas, el problema reaparecerá, siendo una “lesión crónica o recurrente”. Lo cierto es que, entre calmar el dolor y solucionar el problema, hay un largo camino que no todos están dispuestos a recorrer y en ocasiones ni siquiera sabemos que existe.
¿Por qué aparecen las inflamaciones? Este es un proceso natural y fisiológico de nuestro cuerpo, que aumenta la cantidad de sangre en el sector afectado. Surge con el fin defensivo de aislar y destruir al agente dañino, así como reparar el tejido u órgano dañado. Es esta la causa por la que la inflamación debe ser controlada pero no eliminada y mucho menos desestimada. Debemos tener algunos conocimientos sobre nuestro cuerpo y su manera de manifestarse para así entender qué debemos hacer. Cuidado con los engaños. Cuando tenemos una patología o dolencia el cuerpo la compensa sin sobrecargar a esa estructura dañada, pasando la carga física hacia otra estructura que no lo esté, estas son las llamadas compensaciones. “Evito mover lo que duele y así no me doy cuenta de que esta dañado”, y el ejemplo más conocido es la renguera. Uno camina rengo porque de esa manera no le duele, o le duele menos, y si intentara caminar bien aparecería el dolor. Todos esos mecanismos son inconscientes y muchas veces no nos damos cuenta que lo estamos haciendo. La compensación hace que nos olvidemos del dolor que teníamos, pero luego de un tiempo esas compensaciones comienzan a hacer sentir la sobrecarga sobre algunas estructuras, produciendo nuevas dolencias. Y no podremos curarlas de otra manera que no sea con una corrección de la técnica que se encuentra alterada por esa compensación inicial. Es impensable eliminar una dolencia de este tipo de manera definitiva en un deportista solo aplicando aparatos que alivien el dolor o con la administración de un medicamento. Cuando un gesto está alterado y lo repetimos muchísimas veces de manera incorrecta y antinatural durante el día, la única solución efectiva es mejorar el gesto deportivo. 
En conclusión, la manera correcta de eliminar esas dolencias es analizando el gesto, identificar el problema y comenzar con una rehabilitación adecuada que conlleva a un proceso de reeducación y aprendizaje a través de ejercicios específicos que constan entre otras cosas de: 
• Priorizar las simetrías en los ejercicios tomando como referencia su propio cuerpo. 
• Que el atleta comience a tener conciencia de sus limitaciones y compensaciones, para poder corregirlas. •Que el atleta realice correcciones posturales de forma consciente (nivel cortical) guiados por el terapeuta para aumentar la conciencia corporal. 
• Retroalimentación visomotora que predispone a los movimientos automáticos. 
•Una vez aprendido un gesto motor, al ser repetido innumerable cantidad de veces de manera correcta, el cerebro comienza a delegar funciones para que el gasto energético sea menor y comienza a tener mayor acción el nivel inconsciente mediante el automatismo de los movimientos. 
Un buen ejercicio de propiocepción (sensación de nuestro cuerpo) es hacer consciente lo inconsciente. Por ejemplo, cuando nos toca hacer esos fondos largos es importante pensar, sentir, observar y hacerse algunas preguntas: ¿Cómo están apoyando mis pies? ¿El derecho apoya igual que el izquierdo? ¿Mi cabeza está derecha o podría mejorar? ¿Mis rodillas… cómo las siento? ¿Se mueven las dos iguales? ¿Cómo es mi braceada? ¿Cruzo los brazos? ¿Lo puedo mejorar…? Como deportista y terapeuta, mi consejo es que debemos preocuparnos por nuestro cuerpo antes de que él lo pida, debemos aprender a observarnos para intentar conocer nuestros defectos y virtudes. Conocer es el primer paso para poder mejorar. Nuestro cuerpo es la herramienta que nos ayuda a dispersarnos y sentirnos bien con nosotros mismos cuando hacemos deporte. Él se lo merece. 

Fuente: atletas.info
Lic. Damián Pascual Kinesiólogo, Fisiatra

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